viernes, 22 de febrero de 2013

Un renacimiento.


EL MITO DE LA ADOLESCENCIA:“Adultescencia”
La experiencia de ser adolescente es como hacer un examen antes de que te hayan enseñado la lección” Steven Tyler (Líder de Aerosmith)

En el siglo 5º a.C. una cita atribuida a Sócrates decía de los jóvenes de entonces “la juventud de ahora ama el lujo, tiene pésimos modales y desdeña la autoridad…”. En el código de Ammurabi creado en Mesopotamia hacia 1760 a.C. se leen quejas similares. Nuestros padres criticaron nuestra forma de vestir y actuar: los vaqueros descoloridos, las melenas y nuestra afición al rock and roll,  lo mismo que nosotros hoy vemos con prevención las modas actuales, la ropa desgarrada, el “piersing”, y fruncimos el ceño al escuchar la  música que suena con estruendo,  “esto no es música ni es nada” decimos malhumorados, y nos preocupamos cuando salen de “ marcha” hasta las tantas porque escuchamos que los jóvenes se emborrachan, consume drogas, y corre riesgos.
 Los padres siempre estarán preocupados por sus hijos, así fue históricamente y seguirá siendo porque los padres son responsables y quieren lo mejor para los suyos. Por su parte los jóvenes  cuando asoman la cabeza a la vida del adulto lo hacen con el sentimiento de que aquello que ven no les parece que está tan bien como cuando eran inocentes niños dependientes. Ahora quieren diferenciarse de sus predecesores, romper la monotonía del mundo que le entregan y plantear nuevas vías que los diferencien de sus mayores, de aquellos que han sido sus protectores pero también sus educadores y también sus represores  y mostrar así su autonomía, expresando en sus actividades el deseo de esa libertad necesaria para cambiar el mundo  y desarrollarse como persona individual y social. Decía Proust que las grandes cosas se hacen cuando se es joven  y así es, el adulto mejora o madura las ideas o los proyectos que nacen en la juventud, es la adolescencia y juventud la etapa de la creación, de la ilusión y la energía; todo se hace con fuerza, con cierta impulsividad y descaro; también es el momento de las dudas, los miedos y la visión atormentada. El cuerpo y la mente cambian en un periodo de tiempo relativamente corto y el adolescente envuelto en las transformaciones puberales va siendo arrancado de la amable protección del hogar hacia  un mundo de iguales, un mundo lleno de incógnitas, un mundo rutilante o feroz pero siempre interesante. El calor de la casa, el cuadrado de la habitación empiezan a ser agobiantes, el padre que les habla y les aconseja empieza a ser visto como un pelmazo que se repite, un extraño que trabaja muchas horas, que llega cansado y que no se entera de la misa la mitad; la madre solícita les empieza a resultar cargante, siempre apesadumbrada porque el/ella llega tarde, porque no come, porque está  callado, porque habla mucho. El adolescente mira hacia fuera, quiere volar, quiere probar, ensayar por si mismo adonde puede llegar pero a su pesar los lazos con el pasado no se suelen romper del todo: Añora muchas veces el niño que fue y que ahora no puede recuperar sino en su introspección, añora el beso que ya no da por vergüenza, añora que le cuenten un cuento o la ilusión de la noche de reyes. Por eso inconsciente hace locuras con su moto, “se pasa” en algún momento con el alcohol  o juega a las “maquinitas” con fervor. Ese niño grande es un ser maravilloso ilusionado, amante, exultante pero también triste, violento o despechado en ocasiones. Los días y los años le cargarán la mochila de experiencia y con el tiempo será como todos, un hombre o una mujer que hacen lo mejor que pueden el camino de la vida.  
Pero la preocupación no debe oscurecer una mirada lo mas objetiva posible hacia los jóvenes y su modo de vida. Sabemos que es una época de experimentación que entraña riesgos, pero que sirve para crear el bagaje intelectual, psicológico y emocional necesario para su formación. Las relaciones con los padres, la relación con los amigos, la convivencia en el entorno del Colegio-Instituto y la calle; los cambios físicos, la sexualidad, las aspiraciones profesionales o el ocio; todo este mundo visto con nuevos ojos va construyendo al joven, al hombre o mujer futuros. Los peligros serán, en la mayoría de los casos, evitados porque las apariencias nos muestran una juventud imprudente y egoísta pero la realidad dice que la mayoría solo vive cortos periodos de desarraigo y desorden, el coqueteo con las drogas legales e ilegales, la vida nocturna, el carácter levantisco y el desprecio hacia las normas de los mayores suele tener un paulatino retorno hacia una mejor integración y comprensión de los demás y del mundo.
Una cosa tenemos que pensar siempre: por mucho que los jóvenes parezcan endemoniados y aparenten no querer saber nada de nosotros los padres, debemos dejar la puerta abierta para que puedan regresar, que lo harán tarde o temprano si nosotros fuimos sinceros y justos con ellos, pero flexibles, que no quiere decir débiles o consentidores. Ellos odian los límites pero los necesitan. Como decía Herman Hess respecto a la poesía “pocos hombres  leen poesía, pero la humanidad  la necesita”.
Pero hoy el problema más grave es la inepcia de los gobernantes que desprecian el bagaje formativo de nuestros jóvenes que en muchos campos jamás fue alcanzado antes, lo que hace que su íntimo deseo de crear un proyecto vital propio se ve truncado por la falta de oportunidades teniendo que continuar vida en el seno del hogar de los padres eternizando así la adolescencia hasta los 30 o más años. Un fenómeno que alguien bautizó como “adultescencia”. El joven que no llega a tener independencia no logra crear una identidad y su maduración se retrasa y su potencial se desperdicia.
J.L. Iglesias Diz