LA FAMILIA
La
comunicación y el afecto
La
comunicación es el eje de la convivencia familiar y esta existe siempre entre
sus miembros; incluso cuando los miembros de la familia “no hablen de los
problemas” existe una comunicación, que no es la deseable, pero que configura
el comportamiento del grupo y de sus componentes.
Por lo tanto
la familia a través de esa comunicación establece los vínculos que van a marcar
el desarrollo futuro de cada individuo. Esa comunicación es lógicamente de
distinta índole: aprendemos, nos divertimos, nos informamos, pero nada de esto
crea una vinculación tan fuerte como la afectiva.
Los lazos
afectivos que se establecen entre los miembros de la familia con el bebé, luego
niño y más tarde adolescente son vitales para que este se desarrolle
adecuadamente. Es de especial interés resaltar que el cerebro derecho tiene una
maduración precoz y muestra un fuerte crecimiento en los dos primeros años de
vida antes que el hemisferio verbal izquierdo y es dominante en los 3 primeros
años; esto ha hecho cambiar la atención desde lo cognitivo a lo emocional. Las
investigaciones sugieren que el desarrollo de un vínculo de apego derivado de
la comunicación emocional y la maduración del afecto son fenómenos claves en el
lactante, mas aún que el desarrollo de facultades cognitivas complejas.(11)
La
afectividad crea vínculos y estos son permanentes (para bien o para mal), crean
nuestra propia “historia” o “relato” y las relaciones con las personas a las
que estamos vinculadas afectan a nuestra vida. No somos nosotros solos, somos
lo que somos respecto a los demás. Todo lo que nos sucede tiene relación con
otros a los que estamos vinculados o con los que interactuamos.(12)
Un vínculo
afectivo positivo es aquel que nos hace más seguros y por ello más
autónomos, el “buen vínculo” es lo
contrario de la dependencia. También interactuamos con otras personas a
las que tratamos con deferencia o educación pero sin la carga afectiva que
existe en la vinculación en la que las necesidades o problemas de la otra
persona pasan a ser prioritarias para nosotros.
Las
características del vínculo afectivo son la implicación emocional, la
implicación en un proyecto de vida en continuidad, la permanencia en el tiempo
y la unicidad (12).
No todos los
vínculos son desde luego positivos, ni la vinculación está exenta de
conflictos. Cuando el adolescente lucha por su autonomía es natural que la
relación con los padres sea en algún momento conflictiva; cuando existe una
relación afectiva a menudo es necesario
un cierto rechazo para tratar de establecer esa autonomía.
Es importante
dentro del grupo familiar, sea este de la composición que sea, generar
estrategias conducentes a establecer vinculación afectiva entre sus miembros.
Es fundamental que los padres puedan conocer como mejor acercarse a sus hijos y
establecer una vinculación afectiva positiva; para ello es necesario en primer
lugar expresar el afecto, no darlo
por sobreentendido, los niños y niñas no conocen aquello que no se expresa,
aprenden de lo que ven hacer, lo que no se expresa no existe. El afecto debe hacerse
explícito y no cuestionado: cuando reprendemos a un niño/a debemos
cuestionar su conducta no a la persona o
el cariño que sentimos por él (“eso que has hecho está mal” versus “eres
malo”). Esto convierte la relación en incondicional
(en el sentido del afecto) y así se favorece un sentido de “pertenencia” en el que el niño o el adolescente se
siente parte de algo o de alguien con un mismo objetivo. Otra de las claves es el tiempo compartido y la permanencia:
el tiempo compartido es no solo una condición de cantidad sino de calidad. No
se trata de estar juntos todo el tiempo sino interactuar, compartir y crecer
juntos como individuos y grupo. La permanencia de las relaciones de afecto
genera seguridad, así con el tiempo el niño/a puede integrar las ausencias
futuras sin daño a sus afectos.
Otro concepto
fundamental en la génesis de un vínculo afectivo positivo es el compromiso, compromiso con un proyecto
de vida a largo plazo, con las personas a las que nos sentimos vinculadas.
Todos necesitamos el compromiso de las personas amadas para sentirnos seguros,
necesitamos su apoyo, su ayuda, su
presencia en las situaciones de necesidad, o su simple compañía.
Los
adolescentes que pasen de una niñez en la que se han establecido vínculos
afectivos positivos tendrán menos posibilidades de tener conflictos graves con
sus padres, aunque el conflicto no es el único problema, si no el afrontamiento
del mismo; quizás la indiferencia o la apariencia de que no hay conflictos
visibles sea mas grave porque indica la
ausencia de vinculación con los miembros de su entorno familiar.
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