EL MITO DE LA ADOLESCENCIA:“Adultescencia”
“La experiencia de ser adolescente
es como hacer un examen antes de que te hayan enseñado la lección” Steven Tyler
(Líder de Aerosmith)
En el siglo 5º a.C. una cita atribuida
a Sócrates decía de los jóvenes de entonces “la juventud de ahora ama el lujo,
tiene pésimos modales y desdeña la autoridad…”. En el código de Ammurabi creado
en Mesopotamia hacia 1760 a.C. se leen quejas similares. Nuestros padres
criticaron nuestra forma de vestir y actuar: los vaqueros descoloridos, las
melenas y nuestra afición al rock and roll,
lo mismo que nosotros hoy vemos con prevención las modas actuales, la
ropa desgarrada, el “piersing”, y fruncimos el ceño al escuchar la música que suena con estruendo, “esto no es música ni es nada” decimos
malhumorados, y nos preocupamos cuando salen de “ marcha” hasta las tantas
porque escuchamos que los jóvenes se emborrachan, consume drogas, y corre
riesgos.
Los padres siempre estarán preocupados por sus
hijos, así fue históricamente y seguirá siendo porque los padres son
responsables y quieren lo mejor para los suyos. Por su parte los jóvenes cuando asoman la cabeza a la vida del adulto
lo hacen con el sentimiento de que aquello que ven no les parece que está tan
bien como cuando eran inocentes niños dependientes. Ahora quieren diferenciarse
de sus predecesores, romper la monotonía del mundo que le entregan y plantear
nuevas vías que los diferencien de sus mayores, de aquellos que han sido sus
protectores pero también sus educadores y también sus represores y mostrar así su autonomía, expresando en sus
actividades el deseo de esa libertad necesaria para cambiar el mundo y desarrollarse como persona individual y social.
Decía Proust que las grandes cosas se hacen cuando se es joven y así es, el adulto mejora o madura las ideas
o los proyectos que nacen en la juventud, es la adolescencia y juventud la
etapa de la creación, de la ilusión y la energía; todo se hace con fuerza, con
cierta impulsividad y descaro; también es el momento de las dudas, los miedos y
la visión atormentada. El cuerpo y la mente cambian en un periodo de tiempo
relativamente corto y el adolescente envuelto en las transformaciones puberales
va siendo arrancado de la amable protección del hogar hacia un mundo de iguales, un mundo lleno de
incógnitas, un mundo rutilante o feroz pero siempre interesante. El calor de la
casa, el cuadrado de la habitación empiezan a ser agobiantes, el padre que les
habla y les aconseja empieza a ser visto como un pelmazo que se repite, un extraño
que trabaja muchas horas, que llega cansado y que no se entera de la misa la
mitad; la madre solícita les empieza a resultar cargante, siempre apesadumbrada
porque el/ella llega tarde, porque no come, porque está callado, porque habla mucho. El adolescente
mira hacia fuera, quiere volar, quiere probar, ensayar por si mismo adonde
puede llegar pero a su pesar los lazos con el pasado no se suelen romper del
todo: Añora muchas veces el niño que fue y que ahora no puede recuperar sino en
su introspección, añora el beso que ya no da por vergüenza, añora que le
cuenten un cuento o la ilusión de la noche de reyes. Por eso inconsciente hace
locuras con su moto, “se pasa” en algún momento con el alcohol o juega a las “maquinitas” con fervor. Ese
niño grande es un ser maravilloso ilusionado, amante, exultante pero también
triste, violento o despechado en ocasiones. Los días y los años le cargarán la
mochila de experiencia y con el tiempo será como todos, un hombre o una mujer
que hacen lo mejor que pueden el camino de la vida.
Pero la preocupación no debe
oscurecer una mirada lo mas objetiva posible hacia los jóvenes y su modo de
vida. Sabemos que es una época de experimentación que entraña riesgos, pero que
sirve para crear el bagaje intelectual, psicológico y emocional necesario para
su formación. Las relaciones con los padres, la relación con los amigos, la
convivencia en el entorno del Colegio-Instituto y la calle; los cambios
físicos, la sexualidad, las aspiraciones profesionales o el ocio; todo este
mundo visto con nuevos ojos va construyendo al joven, al hombre o mujer
futuros. Los peligros serán, en la mayoría de los casos, evitados porque las
apariencias nos muestran una juventud imprudente y egoísta pero la realidad
dice que la mayoría solo vive cortos periodos de desarraigo y desorden, el
coqueteo con las drogas legales e ilegales, la vida nocturna, el carácter
levantisco y el desprecio hacia las normas de los mayores suele tener un
paulatino retorno hacia una mejor integración y comprensión de los demás y del
mundo.
Una cosa tenemos que pensar
siempre: por mucho que los jóvenes parezcan endemoniados y aparenten no querer
saber nada de nosotros los padres, debemos dejar la puerta abierta para que
puedan regresar, que lo harán tarde o temprano si nosotros fuimos sinceros y
justos con ellos, pero flexibles, que no quiere decir débiles o consentidores.
Ellos odian los límites pero los necesitan. Como decía Herman Hess respecto a
la poesía “pocos hombres leen poesía,
pero la humanidad la necesita”.
Pero hoy el problema más grave es
la inepcia de los gobernantes que desprecian el bagaje formativo de nuestros
jóvenes que en muchos campos jamás fue alcanzado antes, lo que hace que su
íntimo deseo de crear un proyecto vital propio se ve truncado por la falta de
oportunidades teniendo que continuar vida en el seno del hogar de los padres
eternizando así la adolescencia hasta los 30 o más años. Un fenómeno que
alguien bautizó como “adultescencia”. El joven que no llega a tener
independencia no logra crear una identidad y su maduración se retrasa y su
potencial se desperdicia.
J.L. Iglesias Diz